LOS MEDIOS DIGITALES COMO «ENSAMBLAJES SOCIOTÉCNICOS»
Desde tiempos remotos, la tecnología acompaña al hombre a lo largo de su vida con una finalidad fundamental: crear objetos, simples o complejos capaces de dar respuesta a sus necesidades. Abordar la tecnología como uso social, y no desde una perspectiva meramente instrumentalista implica considerar cómo la comunidad dota de significado al componente técnico y reelabora constantemente con sus prácticas una arquitectura técnica, que debe entenderse en cómo las tecnologías son moldeadas y adquieren sus significados en la heterogeneidad de las interacciones sociales. Thomas y Buch inician la introducción de su obra Actos, actores y artefactos. Sociología de la tecnología, de este modo:
«Un homínido recoge una gruesa rama del suelo. Juega con ella entre sus manos torpes y sucias. La balancea, la sopesa, la blande. Luego de largos minutos decide llevarla consigo. Se cruza con otro humanoide, extraño, ajeno a su grupo. Sin dudar, de una sola vez, aporrea a su adversario, abriéndole un claro surco de sangre en el cuero cabelludo. Un acto simple que lo convierte, al mismo tiempo, en asesino, sujeto de poder… y generador de artefacto.» En principio, estos autores parecen describir del algún modo la escena del film de Stanley Kubrick «2001. Odisea del espacio», estrenado en 1968, y demuestra que «La existencia de hombres y mujeres sobre la tierra (y en el espacio exterior, ¡claro!), es impensable sin tecnologías.»
El desarrollo de toda innovación tecnológica no es un proceso lineal. Sino que es el resultado de variadas significaciones asignadas por distintos grupos sociales a partir de sus necesidades y demandas. Éstas plantean problemáticas y controversias, y generan estrategias que modifican el diseño original de dicho artefacto. En este sentido, el enfoque constructivista de la tecnología propone como premisa que todo sistema nuevo o forma nueva es transformada y es, a la vez, transformadora por la inextricable relación entre lo técnico y lo social.
El Programa SCOST (Social Construction of Science and Techonology: Construcción Social de la Ciencia y la Tecnología), plantea algunos conceptos claves que explican las tensiones, configuraciones y dinámicas que se suceden a partir del surgimiento de una determinada teoría científica o de los diversos significados asignados a todo artefacto tecnológico y de cómo estas innovaciones inciden en la sociedad. Weibe Bijker y Trevor Pinch, dos importantes referentes de esta corriente, sostienen que en la evolución y desarrollo de toda tecnología en necesario analizar:
- La flexibilidad interpretativa, que son los distintos significados asignados por distintos grupos sociales a una tecnología en particular, y que explica su transformación y desarrollo que no sólo puede modificar su diseño, sino también su uso. En un momento inicial, suele suceder que los usos no exploren los aspectos más innovadores de un nuevo dispositivo, sino que se trate de usar un nuevo medio “al modo antiguo”. Como también, los distintos usos y preferencias sociales, pueden derivar en otros usos no previstos por los creadores del dispositivo, y que de algún modo los obliga a rediseñarlo o transformarlo.
- Los grupos sociales relevantes, que son los sectores involucrados directamente con la innovación tecnológica, más interesados e influidos por ésta (consumidores, usuarios). Cada grupo social relevante concuerda en dar un mismo significado a una determinada tecnología, y los distintos grupos otorgan diferentes significados a dicho artefacto en función de sus ideas, valores e intereses divergentes. Las demandas, propuestas y necesidades de estos grupos constituyen el “motor” de la evolución y desarrollo tecnológico. No hay una sola manera de diseñar un artefacto, y como sostienen, Bijker y Pinch la “tecnología exitosa no es la única posible“, y los creadores y diseñadores son sensibles a la recepción que tienen las propuestas y demandas de los grupos sociales relevantes. Es necesario tener en cuenta también, que casi siempre estos grupos son varios y heterogéneos, y poseen interpretaciones muy diferentes (y muchas veces incompatibles) de los artefactos tecnológicos. Y es precisamente esta discrepancia la que lleva a discusiones y redefiniciones, de dicho artefacto a partir de problemas que surgen de su diseño y su uso y de las soluciones que se van planteando. También, suele suceder que en una etapa inicial este debate sea más agitado, encontrando luego el artefacto una cierta estabilización, lo que estos autores denominan “mecanismos de clausura” o “cierre de controversias”, aunque siempre relativa, posible de entrar en crisis y con diferentes grados de estabilización en su proceso de desarrollo. Toda estructura tecnológica surge de este proceso de estabilización, que a la vez es estructurada por las interacciones entre los diferentes grupos.
En un estudio del desarrollo técnico de la bicicleta moderna en la Inglaterra del siglo XIX, Bijker y Pinch analizan el significado social otorgado a ese artefacto que hizo que haya llegado a ser lo que es hoy en día. Desde aquél primer biciclo de rueda alta creado en 1878, estos autores encontraron en el proceso de su evolución y transformación la intervención de una gran variedad de grupos sociales que tenían diferentes necesidades en relación con el vehículo.
Entre esos grupos sociales relevantes, tanto productores como consumidores (grupos de feministas, obreros, usuarios de la elite británica, deportistas y fabricantes), con intereses, necesidades y demandas diversas se plantearon diferentes problemáticas para su conducción (incomodidad de la vestimenta femenina, inseguridad, velocidad, etc.), y cuyas tensiones y propuestas fueron contingentes y emergentes de la bicicleta actual. En el siguiente esquema, puede verse esta relación:
Los estudios sobre la Construcción Social de la Tecnología impulsan, desde el punto de vista metodológico, a buscar en toda innovación tecnológica y su desarrollo, la influencia sociocultural y la relación de reciprocidad e interacción que existe entre estas dimensiones. En este sentido, Bijker introduce el concepto de «ensamblaje sociotécnico» como una suerte de síntesis explicativa que excluye el determinismo tecnológico o social y borra las distinciones entre lo social y lo técnico. De este modo, afirma,
Lo técnico está construido socialmente, tanto como lo social está construido técnicamente. Todos los ensamblajes se mantienen unidos tanto por lo técnico como por lo social […] lo sociotécnico no debe ser tratado simplemente como una combinación de factores sociales y técnicos. Es algo sui generis. En lugar de artefactos, nuestra nueva unidad de análisis es ahora el ‘ensamblaje sociotécnico’ […] La sociedad no está determinada por la tecnología, ni la tecnología está determinada por la sociedad. Las dos emergen como dos caras de una misma moneda sociotécnica, durante el proceso de construcción de los artefactos, los hechos y los grupos sociales relevantes. (Bijker, 1995:273-274)
El concepto de ensamblaje sociotécnico arroja una luz metodológica para el análisis y la interpretación de las interacciones de las comunidades en el ciberespacio. De cómo diferentes grupos que integran una determinada comunidad de usuarios sitúan al componente tecnológico como un lugar privilegiado para la participación, organización, producción e intercambio de ideas e información significativa. Esta dinámica colaborativa, hace de las TICs un espacio privilegiado de constitución de identidades y un campo fértil de participación y gestión política. Son precisamente estas prácticas las que demuestran cómo lo técnico está construido socialmente y lo social está construido técnicamente, y tal como lo enuncia Adolfo Estalella Fernández, “Una comunidad en el ciberespacio es un ensamblaje sociotécnico”.
Ahora bien, ¿de qué manera las TICs constituyen un campo político? En principio, es oportuno revisar desde la perspectiva de la teoría política contemporánea, la concepción de “política” propuesta por algunos pensadores integrantes de esta corriente de pensamiento, y que realizan una distinción entre el concepto de «política» y «político». Autores como Toni Negri, Jacques Rancière, Nicos Poutlantzas y Claude Lefort, coinciden en esta diferenciación y en atribuir a lo político, lo que comúnmente denominamos “política”, es decir, la superestructura jurídico-institucional, lo instituido. Mientras que la política, lejos de pensarla como acciones reproductivas, es asociada a lo alternativo y lo instituyente, y la constituyen aquellas prácticas contestatarias que, en muchos casos, de manera creativa, desafían ese orden instituido y no siguen las reglas que el mismo propone o impone. Resulta interesante, en este sentido, la distinción propuesta por Rancière de lo instituido (lo político) y que él denomina policía y lo instituyente, a la que define como política.
La policía es primeramente un orden de los cuerpos que definen las divisiones entre los modos del hacer, los modos del ser y los modos del decir, que hace que tales cuerpos sean asignados por su nombre a tal lugar y a tal tarea; es un orden de lo visible y lo decible que hace que tal actividad sea visible y que tal otra no lo sea, que tal palabra sea entendida como perteneciente al discurso y tal otra al ruido (p. 44-45).
La política, es para este autor una actividad antagónica a la anterior, es
La que rompe la configuración sensible donde se definen las partes y sus partes o su ausencia por un supuesto que por definición no tiene lugar en ella: la de una parte de los que no tienen parte […]. La actividad política es la que desplaza un cuerpo del lugar que le estaba signado o cambia el destino de un lugar: hace ver lo que no tenía razón para ser visto, hace escuchar un discurso allí donde sólo el ruido tenía lugar, hace escuchar como discurso lo que no era escuchado más que como ruido (p. 45).
Esta concepción de la política, induce a reflexionar y permite visualizar cómo los distintos actores sociales, ya sea el Estado y las agencias gubernamentales, empresas comerciales, movimientos políticos y sociales contestatarios u organizaciones de la sociedad civil, utilizan y resignifican las tecnologías en pos de sus intereses y objetivos. Ante el debilitamiento de los sistemas democráticos y las escasas oportunidades de participación directa en las decisiones institucionales, las posibilidades que ofrecen las tecnologías digitales a partir de la aparición de la Web 2.0 representan un escenario de poder, y como mencioné anteriormente, un campo promisorio y fértil en el cual proyectar, organizar, gestionar y llevar a cabo acciones de involucramiento y cambio de lo instituido.
Estas prácticas de consumo/producción y generación de significados, sólo pueden ser una fuente alternativa de poder mediático, según Henry Jenkins a través de la acción colectiva. En el primer capítulo del libro «Destripando Survivor» en Convergence culture, analiza cómo la comunidad de fans del programa reúnen, procesan y comparten información, y ponen en juego sus capacidades, destrezas, creatividad y conocimientos en pos de descubrir (de «destripar») lo que pudieran antes de la emisión de cada episodio. Estos fans, (llamados “aguafiestas” por los empresarios y productores mediáticos) actúan comunitariamente como si se tratara de una comunidad de hormigas, que ejecuta cada tarea cooperativamente sin dirección ni supervisión jerárquica, para resolver las siempre cambiantes necesidades de la colonia. Se trata, fundamentalmente, como sostiene Pierre Lèvy de un conocimiento colectivo, imposible de reunir en un solo individuo. El «destripe» de Survivor, es, a decir de Jenkins, la inteligencia colectiva puesta en práctica, y agrega “La participación colectiva, hace que todos al sentirse implicados, contribuyan con su pericia, destrezas para resolver enigmas. Esto puede entenderse en términos de la distinción entre la noción de “inteligencia colectiva” de Pierre Lévy y la que Peter Walsh denomina como el “paradigma del experto”. El “experto” es entendido como el individuo acreditado y legitimado como poseedor de un saber al cual ha accedido mediante el procesamiento de la información según rituales y reglas establecidas por las disciplinas tradicionales. En cambio, la «inteligencia colectiva» debe ser entendida como un proceso social de adquisición del conocimiento dinámico, participativo, abierto, “horizontal” y democrático que se identifica con prácticas en las cuales no existen procedimientos prefijados para manejar el conocimiento. Este paradigma escapa a las estructuras formales de adquisición de conocimientos, pues se trata de una dinámica autónoma de aprendizaje sin “maestro explicador”. Esta suerte de “indisciplina” y emancipación intelectual, en la que cada participante del grupo aplica sus propias reglas y procesa la información a su manera es, sin embargo, la que refuerza los lazos sociales del grupo, ya que son conscientes que el conocimiento de cada miembro es valorado como el aporte que la comunidad necesita para preservar su existencia y alcanzar sus metas, otorgándole al mismo tiempo, “un lugar” de pertenencia en el grupo. O como lo sugiere Lèvy, “La gente aprovecha sus conocimientos individuales en pro de metas y objetivos compartidos: Nadie lo sabe todo, todo el mundo sabe algo, todo conocimiento reside en la humanidad”. Pero es “el proceso” más que el alcance de los objetivos lo que realmente moviliza a los miembros de la comunidad; el desafío mismo que obliga a poner en juego sus destrezas y competencias intelectuales y creativas. Es de algún modo, el paradigma del “maestro emancipador” de Rancière, “el «método» que propone es el más viejo de todos y no deja de verificarse todos los días, en todas las circunstancias en las cuales un individuo tiene necesidad de apropiarse de un conocimiento que no puede hacérselo explicar. No existe hombre alguno sobre la tierra que no haya aprendido alguna cosa por sí mismo y sin maestro explicador”.
La «inteligencia colectiva» pondera la doxa. Un tipo de conocimiento eficaz para lo práctico que usamos o aplicamos cotidianamente y que proviene de nuestra experiencia y de la capacidad y astucia para resolver problemas. Esta inteligencia colectiva se potencia con los dispositivos tecnológicos que posibilitan la interconexión y colaboración, y permite a los participantes decidir sobre su futuro y lograr cambios, de manera silenciosa pero relevante, en la cultura a partir de la intervención de sus conocimientos individuales. Estas prácticas configuran un escenario en donde lo corporativo coexiste con lo popular en una lógica de distribución del poder y en el que es posible un flujo más libre de ideas y contenidos donde los participantes luchan por el derecho a participar más plenamente en su cultura. A este proceso de acción colaborativa, Jenkins lo denomina «convergencia cultural», “La convergencia no tiene lugar mediante aparatos mediáticos, por sofisticados que éstos puedan llegar a ser. La convergencia se produce en el cerebro de los consumidores individuales y mediante sus interacciones sociales con otros. Cada uno de nosotros construye su propia mitología personal a partir de fragmentos de información extraídos del flujo mediático y transformados en recursos mediante los cuales conferímos sentidos a nuestra vida cotidiana.” (p. 15). En principio, Jenkins advierte que no se trata de una red de computadoras, sino de la interrelación e interacción de conocimientos o información.
De este modo, las TICs, constituyen un campo político alternativo en el que diferentes grupos minoritarios se convierten en “ciberactivistas” pues sus intervenciones, parafraseando a Rancière, hacen ver lo que no tenía razón de ser visto y hace escuchar un discurso allí donde sólo había ruido. Verdaderas acciones políticas de las que surgirán, como sostiene Lévy, «nuevos tipos de poder político que operarán en paralelo y a veces desafiarán directamente la hegemonía del Estado-nación o el poder económico del capitalismo corporativo», o como sugiere Jenkins, «Imaginemos las clases de información que podrían recopilar estos fans, si su propósito fuese destripar al gobierno en lugar de a las cadenas. Los papeles desempeñados por la inteligencia colectiva en juegos de realidad virtual están comenzando a concentrar sus energías en la resolución de problemas cívicos y políticos.»
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